Hace un tiempo atrás, unos veinte o veinticinco años, cuando era yo un "mocoso" o "mocosito" como les suelo llamar a mis hijos, veía yo las cosas diferentes a como las veo ahora, al igual que todos lo se, pero haciendo un análisis detenidamente sobre esas cosas, pues curiosamente el hecho de que, al comparar esos tiempos de mi ayer, con mi presente, existe una gran contrariedad en todo eso, lo que parecía asombroso y me deleitaba en ese entonces de mi infancia, ahora me es tan indiferente e insípido y viceversa, a las cosas que no le daba tanta importancia ahora me causan un sentimiento de añoranza, de deleite; los días que eran eternos en todas sus dimensiones, ahora son tan estrechos y efimeros, dan la impresión del dejavu mental, que son como cuadros tráficos de momentos pasados, pero no disfrutados.
Y todo lo que pude hacer y no hice desde cuando recién aprendía a hacerle el nudo a los cordones de mis zapatos y tenia libre albedrío de bañarme solo, ahora el andar del reloj no me permite tanta osadía, con su incansable paso delante de mi, me agota la existencia, deshaciendo mi voluntad.
En esos tiempo solo se entrecruzaba un pensamiento en mi inmaduro cerebro y no digo a esa edad pues por el hecho de que ya en estos tiempos a esa edad se cruzan otros tipos de pensamientos...pues los mios eran: tengo que jugar, correr, atrapar la pelota, revolcarme sobre el verde pasto del Pabellón Rosa Duarte, cual fue punto de encuentro de toda la muchachada de mi barrio y los aledaños, ahora solo queda la mitad del terreno que fue una vez alegre y verde, y que ahora solo acoje a los indigentes transeúntes urbanos, borrachos y forajidos de paso, fantasmas desterrados de su ayer. Que lejos han quedado aquellos años mozos, años ingratos que caen discretamente blanquecinos sobre mi cabeza.
A veces pienso que no supe valorar aquellos momentos, aunque así me llenan de agrado y satisfacción, esos días eternos, esos años maravillosos, ahora solo son reflejos de días, son días ajenos, ya no me pertenece aquel tiempo, por que entre tener la obligación de trabajar, atender a mi familia y las pocas cuatro o cinco horas para dormir, lo cotidiano, lo que nuestra voluntad no logra cambiar, ese pensamiento de sanidad social, de luz mental...enflaquece mi ser.
La flecha cuando se lanza, no regresa al arco, en cambio el boomerang con el cual viven los mas caprichosos sí, pero la realidad es como la flecha, pues la vida es solo un viaje, el de ida, es nuestra realidad o la de algunos despiertos, por que están los que deciden soñar, esperar no lo que no viene, los que deciden engañarse y se mienten para pasarla bien, yo digo, bien mal, por que vivir con la incertidumbre, de si estoy o no obrando de acuerdo a la voluntad, de acuerdo a la gracia de aquello a lo que le han dado tanta importancia y lo cual no pueden ver no mas que en sus suspiros, aveces, siento la compañía de la soledad, trato de huir de su murmullo que ronda con sigilo mis caminos, una soledad que se burla de mi cuando la veo de frente.
Lejos están aquellos días, en que el algodón de azúcar eran suficiente para vivir, ahora tristemente necesitamos todo para poder existir.
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